“La moda ha muerto”. Así es como definía la analista de tendencias Li Edelkoort la fase que atraviesa ahora mismo la industria.
Su afirmación se apoya en diversos factores. Por un lado, lo que muchos consideran el exceso de colecciones, ya que el circuito no solo cuenta con las pasarelas de otoño/invierno y primavera/verano, sino también con crucero y pre-fall, más la alta costura en el caso de unas firmas determinadas (a esto hay que añadir el caso de diseñadores como Karl Lagerfeld, que diseña un total de 17 colecciones al año, repartidas en Chanel, Fendi y su firma homónima). Esto, según críticos como Vanessa Friedman, crea en muchas ocasiones un agotamiento en los creativos que les impide experimentar y aportar cosas nuevas, genera una falta de ambición que se refleja, por ejemplo, en la alfombra roja.
Por otro lado, en estos últimos años también hemos sido testigos de la cesión de directores creativos que creaban colecciones que acercaban la moda a la denominación de arte, que arriesgaban y eran comentadas, pero que no vendían tanto como se buscaba.
Hoy en día tiene más peso el nombre de la marca que las creaciones en sí mismas. Las firmas han pasado de buscar nuevas propuestas, crear nuevas tendencias y experimentar, a crear colecciones que sean más comerciales y generen mayores beneficios. Según Edelkoort, “ya no se hace moda, se hace ropa” y esto se debe a un “marketing gobernado por la avaricia y no por la visión”. Pero no es la única que piensa así. Aunque la colección de Alessandro Michele para Gucci (tras la partida de Frida Giannini) supuso una ruptura de los esquemas habituales de la marca, una ruptura de lo que había caracterizado a Gucci en la última década, el propio equipo del diseñador dejó claro que sí, su última se centraba en crear piezas que se vendieran bien entre el público.
Justo en estas últimas semanas, se ha inaugurado en París la exposición de la colección de 1971 de Yves Saint Laurent, también denominada “The Forties” (debido a que gran parte de sus diseños estaban inspirados en la década de los 40) o “The liberation”, pero más conocida por “la colección del escándalo”. Inesperadas combinaciones de colores, faldas hasta la rodilla, abrigos de colores chillones, transparencias, zapatos con plataformas,… fue percibida como vulgar por la prensa de la época y recordaba a la ocupación Nazi en París durante la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, hoy en día es considerada una de las colecciones más importantes de la historia. Las declaraciones de Saint Laurent ante las numerosas críticas recibidas, han sido durante años utilizadas por muchos otros diseñadores: “Prefiero causar un shock a aburrir con la repetición constante de cosas que ya han sido hechas”. El diseñador también señalaba que “tras un periodo de querer fundirse con la multitud, buscando uniformes que les hicieran anónimos, hoy en día la gente busca sobresalir, aparentar ser una estrella en una gran actuación”.
Sin embargo, muchos analistas de tendencias han llegado a la conclusión de que la gente vuelve a querer formar parte de una tribu, tiene la necesidad de ese “uniforme” del que hablaba Saint Laurent, y ahora ya no es la ropa la que dice quién eres. Por otro lado, la falta de creatividad, de contenido en sí, de grandes creaciones, ha resultado en una mayor calidad de los productos, tanto de los textiles utilizados como de la artesanía de las prendas. Esto nos lleva a cuestionarnos si debería renovarse la industria de la moda, aprendiendo de las decisiones tomadas en décadas anteriores por diseñadores como Saint Laurent, o si es esta etapa simplemente un reflejo de la sociedad actual y supondrá una transición a una nueva etapa. El tiempo lo dirá.
Nerea Maroto