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viernes, noviembre 29, 2024

“Maternidad”, exposición individual de pinturas de la artista francesa Julie Alegre en galería Ostoa

Esta es la séptima exposición individual de Julie en STOA. El proceso creativo de esta artista francesa se centra, desde los inicios, en la feminidad. Para ella no es objeto de interés el indagar si su sensibilidad artística es específicamente femenina, ni si su obra puede asociarse a la “iconología vaginal” de Judy Chicago y Miriam Schapiro. Pero sí comparte con Chicago una “imagen “positiva” de la madre frente al patriarcado”.
En esta muestra recurre, como es habitual, a la que sin duda es su técnica favorita, tintas de colores sobre papel en obras que van desgranando su concepto de maternidad. Muy interesante observar que es una creadora que, no habiendo sido madre, vuelve intermitentemente a ese tema como posible recidiva de tema no resuelto.
En “Maternidad”, Julie elabora una narrativa a base de sensaciones e impresiones que comienzan en el momento de la gestación (“Buena esperanza”, “Embarazada”, “Gestando”, “Antojos”), y que enlazan con piezas que encumbran a la madre como “Eterna” y “Femenina”. Continúa el relato con el desarrollo de la relación entre el embrión y la madre (“Hogar”, “Enseñando a soñar”, “Buscando nombre”). Después, el final de la gestación, “Alumbramiento”, que da paso a la apoteosis creativa en la etapa puerperal, donde el bebé es el centro de atención de su progenitora en obras como “Acunando”, “Meciendo”, “Lactancia”, “Nana”, “Mimos de seda”. Al igual que la feminista Mary Kelly establece un hiato acerca de la maternidad en el momento en que madre e hijo terminan la lactancia, Julie da término a su narración en ese momento, donde la comunión madre hijo se rompe.
Hay un fuerte sentido de identificación entre Julie y el nonato, el bebé gestante que vive su personalísimo paraíso en la acogedora cápsula flotante del líquido amniótico materno. Kandinsky decía que “el artista, que durante toda su vida se parece mucho al niño, está a menudo más capacitado que otro para recibir la resonancia interior de las cosas”. Y eso ocurre en Julie, cuyo espíritu alberga esa creatividad primordial análoga a los primitivos, al igual que ocurrió a los fauves. Esa fuerte atracción de Julie hacia el primitivismo es evidente en el uso de tintas planas, ciertas disonancias estridentes, un dibujo de líneas esenciales para plasmar escenarios que sólo existen en su subconsciente, lejos de toda razón.
Como su admirado Matisse, Julie cuenta historias en las que transmite un cierto sentido musical de manera que, en sus obras, las formas tienen algo de melodioso. Al igual que el gran maestro, contiene una fluidez rítmica orientalizante, proveniente de su amado Norte de África, de esa Argelia que caló para siempre en el ADN de Julie desde la infancia, formas arquitectónicas de sus queridas medinas, y más profusamente su particular mano de Fátima.

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